viernes, 22 de mayo de 2009

JAIME PRINCIPE SANTOS COMENTA

La discriminación racial en nuestro país se ve arraigada en muchos sectores de la sociedad, menospreciándose y subvalorándose la organización cultural, social y religiosa de un determinado grupo racial, como es el caso de los indígenas y afrodescendientes, optando por una visión occidental, teniendo a la raza blanca como prototipo de cultura. Estamos ante una problemática que afecta tanto a hombres y mujeres, en toda esfera de la vida social, ya sea en centros de trabajo, estudio, centros comerciales, televisión, etc., en donde se inculca el menosprecio a personas con determinados rasgos físicos. Uno de los sectores que ha llevado la peor parte en nuestro país, es el indígena, y este tema va más allá de la simple indiferencia, ya que se encuentra íntimamente relacionado con el menoscabo a la dignidad, frente a otros que reciben más privilegios. Es decir, al abordar el tema de discriminación racial, ya no sólo nos referiremos a un tema netamente de igualdad, sino también de dignidad. Es importante resaltar que frente a la violación de estos derechos, nos ampara la Constitución Peruana y diversos instrumentos internacionales que protegen estos derechos frente al abuso.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que todo grupo social tiene componentes étnicos si por étnico entendemos “un complejo particular que involucra [...] ciertas características culturales, sistemas de organización social, costumbres y normas comunes, pautas de conducta, lengua, tradición histórica, etc.” todos ellos, factores de orden socio cultural. Pero, cuando por razones históricas concretas, que es necesario analizar en cada caso, se desarrolla una particular forma de identidad y de solidaridad social a partir de estos componentes étnicos, este fenómeno da por resultado la constitución de una etnia o grupo étnico. El grupo étnico, comunidad generalmente rural, escasamente diferenciada y muy ligada al territorio de su entorno, “se caracteriza por ser un conjunto social que ha desarrollado una fuerte solidaridad o identidad social a partir de componentes étnicos.”

En América Latina este factor aglutinante ha sido la resistencia de las comunidades étnico culturales a la opresión y discriminación racial a la que han estado sometidas desde la colonia. Esta forma de identidad, que le permite al grupo no sólo definirse como tal sino que, al mismo tiempo, diferenciarse de los otros grupos, ha estado ligado en nuestro continente, no sólo a factores socioculturales, sino que también, y en forma muy destacada, a factores de explotación económica. Los grupos étnicos, en general, han llegado a constituir las masas más explotadas del continente. El contingente principal en los países de mayor población indígena continúa trabajando en el campo. En Centroamérica los indígenas se concentran como mano de obra calificada en las fincas bananeras, en las cosechas de café, de maíz, etc., de las grandes plantaciones. Y una parte, como es el caso de Bolivia y de Perú, está concentrada en la explotación minera. En los últimos años se comienza a ver, sin embargo, un desplazamiento creciente hacia los sectores suburbanos de las grandes ciudades donde van a enrolarse en el creciente contingente de los desempleados o subempleados. El racismo lleva consigo un entrampamiento clave entre los sentimientos de “resentimiento” y “remordimiento”, el resentimiento del discriminado y el remordimiento del discriminador. El primero proviene de la envidia (vinculada a la desigualdad) que es una manifestación de la llamada “pulsión de muerte” psicoanalítica y el segundo se encuentra anclado a la culpa inconsciente y su consecuente necesidad de castigo. El término “resentido social” es de uso común en la sociedad peruana; su sentido es multívoco pero se utiliza por lo general para designar a aquel que por razones ligadas a su pasado o a su procedencia no ha logrado resolverse como individuo en la sociedad: “…el resentido, el agraviado, es quien fija su tiempo, inmovilizándolo en el periódico traumático, repitiéndolo incesantemente, sin poder acceder al tiempo de la elaboración del duelo, única manera de trascender el tiempo del dolor y la furia narcisistas…”

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